domingo, 22 de enero de 2012

Manuel Gonzales Prada - Perú y Chile I

El Perú no sufrió calamidad más desastrosa que la guerra con Chile. Las campañas de la Independencia i la segunda lucha con España nos costaron preciosas vidas i grandes sacrificios; pero nos dieron vida propia, nombradía i levantaron el espíritu nacional. El 9 de diciembre nacimos, el 2 de Mayo crecimos, nos agigantamos.
Es que, en 1824 i 1866, no sufrimos el empequeñecimiento de la derrota. La sangre derramada en los campos de batalla, los capitales destruidos en el incendio, las riquezas perdidas en el saqueo de las poblaciones, muy poco significan en comparación de los males que inficionan el organismo de las naciones vencidas. El perjuicio causado por nuestro vencedor no está en los asesinatos, en las devastaciones ni en las rapiñas: está en lo que nos deja i nos enseña.
Chile se lleva guano, salitre i largos jirones de territorio; pero nos deja el amilanamiento, la pequeñez de espíritu, la conformidad con la derrota i el tedio de vivir modesta i honradamente. Se nota en los ánimos apatía que subleva, pereza que produce rabia, envilecimiento que mueve a náuseas.
Chile nos enseña su ferocidad araucana. En la última contienda civil nos mostramos crueles hasta la barbarie, hicimos Y que el roce con un enemigo implacable i sanguinario había endurecido nuestras entrañas. Brotaron, de no sabemos dónde, al en cólera o fieras desconocidas en la fauna peruana. La injénita mansedumbre del carácter nacional tuvo regresiones a la fiereza primitiva. En la nación magnánima (donde las discordias civiles terminaron siempre con el olvido para los errores comunes i la conmiseración para el hermano caído) queda hoy, después de i lucha, el odio de enemigos vascuences, el rencor de tigre a tigre. Rencor i odio que deberíamos reservar para el enemigo de todos, los atizamos contra nosotros mismos. De nuestro sueño cataléptico, despertamos para sólo esgrimir los puños i lanzarnos imprecaciones de muerte.
Es que en el comercio íntimo, en el trato duradero i en la conquista secular, se opera fusión de razas con amalgamiento de vicios i virtudes; mientras en la invasión destructora i violenta, vencido i vencedor olvidan las virtudes propias i adquieren los vicios del extraño. Los pueblos más civilizados ocultan su reverso salvaje i bestial: en la guerra se verifica el choque de hombre contra hombre por el lado bestial i salvaje.
Si el Perú se contagió con la ferocidad araucana, Chile se contaminó con el virus peruano. El contacto de ambas naciones recuerda el abrazo de Almanzor, un medio de comunicarse la peste. Nadie ignora que nuestro vencedor de ayer se ve atacado ya por el cáncer de la más sórdida corrupción pública: las prensas de Santiago i Valparaíso lo dicen a todas horas i en todos los tonos. Chile retrata hoy al Perú de la Consolidación i del contrato Dreyfus: entra por el camino que nosotros seguíamos, será lo que fuimos. El mendigo que hace poco se llamaba feliz con la raja de sandía i el puñado de porotos, se ahitará mañana en los opíparos festines del magnate improvisado. Con facilidad se vuelve pródigo el tahur que entra pobre a la casa de juego i sale rico por un golpe de fortuna.
Pero no veamos una compensación de nuestras calamidades en la corrupción política de nuestro enemigo ni pensemos abandonarle nuestra riqueza i nuestro territorio como un presente griego, ni creamos que en su organismo acabamos de inocular un germen de muerte prematura.
Chile, con todas sus miserias, nos vencerá mañana i siempre, si continuamos siendo lo que fuimos i lo que somos. Rodeado con el prestigió de sus victorias, posee crédito; así que en toda guerra tendrá dinero, i con el dinero, soldados i buques, rifles i cañones, amigos i espías.
De loco debe tacharse al pueblo que para robustecerse no abriga más esperanza que la debilitación de los pueblos limítrofes. Ver encorvarse al vecino ¿equivale a crecer nosotros? Ver sangrar un enemigo ¿da una gota de sangre a nuestras venas? El decaimiento de Chile debería regocijamos, si el nuestro cesara o fuera menor, si en tanto que él se achica nosotros creciéramos; pero mientras Chile decrece en progresión aritmética, nosotros lo hacemos en progresión geométrica. La fuerza de la naciones se oculta en ellas mismas, viene de su elevación moral. La luz del gas que arde a nuestros ojos, irradia los rayos del Sol almacenados en las entrañas de la Tierra; el hombre que nos deslumbra con su generosidad o heroísmo, descubre las virtudes en incubadas lentamente al calor de una buena educación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Respetos guardan Repetos.

Recordatorio Takana

Entradas populares