martes, 10 de enero de 2012

LA BATALLA DEL ALTO DE LA ALIANZA

Lugar a 8 km. Al Norte de Tacna donde el 26 de Mayo de 1880, se enfrentaron las fuerzas peruano Bolivianas, comandadas por Lizardo Montero y Narciso campero, contra las fuerzas invasoras chilenas dirigidas por Manuel Baquedano. Después de cuatro horas de Lucha la victoria se inclino para los chilenos; los Bolivianos se retiraron a su territorio y desde entonces, no aparecieron as en el escenario de la guerra.

Habiendo sido rechazado el ataque naval del 27 de febrero, los chilenos decidieron tomar primero Tacna y luego atacar Arica entre dos fuegos. Enterado de este movimiento, el ejército peruano se propuso no permitir que la ciudad de Tacna fuese tomada. Es así como el 26 de mayo de 1880, en las inmediaciones de la ciudad, en los cerros del Intiorko, se realizo la batalla del Alto de La Alianza, donde unos 9 mil peruanos y bolivianos se enfrentaron a 20 mil chilenos. Fue la acción de armas de mayor envergadura entre las fuerzas contrincantes y también la más cruenta. Estaban al mando de las fuerzas aliadas el general Narciso Campero, presidente de Bolivia.
A las 11:45 a.m. se iniciaron las acciones, a base de un ataque masivo de la infantería, la caballería y la artillería ligera chilenas. Distintas columnas y batallones se alternaban en el ataque masivo de la infantería, la caballería y la artillería liguera chilenas. Distintas Columnas y Batallones se alternaban en el ataque a los aliados para no darles descanso. Tras agotar las municiones y sufrir numerosas bajas, a las 3:30 p.m. las fuerzas aliadas abandonaron vencidas y dispersas el campo de batalla. Aquí el ejercito chileno puso en practica su tristemente celebre “REPASE”, ultimando con bayonetazos a los rendidos y los heridos. Alas 5:00 p.m. el ejercito chileno ocupo la ciudad de Tacna, con lo que dio lugar a un inenarrable vandalismo. La resistencia de los civiles en las calles fue inútil ante la fiereza del numeroso ejército invasor. Tras la derrota, las fuerzas bolivianas se replegaron al Altiplano y el 26 de Mayo se declararon oficialmente fuera del conflicto. Tomada Tacna, el ejercito chileno había asegurado posiciones a todo lo largo de la costa peruana, desde Moquegua hacía el sur, con la sola excepción de Arica.
En arica, las fuerza militares peruanas eran de poco mas de 1600 combatientes efectivos, frente al ejercito chileno, tenia como desventaja no ser una fuerza homogénea en cuanto a entrenamiento y experiencia y tampoco tener armamento unificado, había fusiles y carabinas de diferentes modelo, calibre y alcance lo cual dificultaba el rendimiento táctico colectivo y por su puesto, creaba contratiempos en el suministro de municiones. Muchos oficiales peruanos habían demostrado su valor en el campo de batalla, pero pocos eran militares profesionales. Los coroneles Bolognesi e Inclan eran Militares experimentados, pero Alfonso Ugarte, Ramón Zavala, Ricardo O´Donovan y el argentino Roque Sáenz Peña era eran civiles jóvenes que se habían incorporado voluntariamente al ejercito al declararse ala guerra y pronto ganaron grados militares por su desempeño en combate.
Dos días depuse de la derrota del Alto de La Alianza, la noche del 28 de Mayo los peruanos celebraron un consejo de guerra, en el cual todos los oficiales, con una sola excepción, la del Coronel Agustin Belaunde, acordaron resistir hasta las últimas consecuencias y aprobaron un plan de defensa. El coronel Belaunde, un político pierolista arequipeño a quien se otorgo rango militar por favoritismo, no solo fue la voz discordante, sino que poco después deserto junto con algunos oficiales de su entorno.
Por su parte, el contralmirante Montero había realizado en Tacna un consejo de guerra para decidir las acciones que se debía adoptar. Este consejo resolvió proseguir la marcha hacia Arequipa vía Puno. Aquí el voto discordante fue el del Coronel Andres Avelino Cáceres, quien insistió ante Montero para bajar hacia Arica y socorrer a Bolognesi. Los defensores de arica nunca supieron que sus esperanzas de refuerzos y socorro eran vanas.
El 2 de junio, el general chileno Baquedano ordeno movilizar desde Tacna hacia Arica las tropas de reserva que no habían combatido en el alto de la Alianza mas algunos cuerpos de elite. Eran aproximadamente 6500 hombres. La estrategia de Baquedano consistía en avanzar rodeando la cordillera y aparecer en arica sobre el valle de Chacalluta.
Par el 4 de junio el ejercito chileno había rodeado todos los flancos de la defensa de arica. Ese día Bolognesi envió uno de sus tantos mensajes sin respuesta, que reclamaba información y ordenes a sus superiores, el contralmirante montero y el coronel segundo Leyva, jefe del segundo ejercito del Sur, con sede en Arequipa:”señor general Montero o coronel Leyva: … no he recibido hasta hoy comunicación alguna que me indique el lugar en que se encuentra, ni la determinación que haya tomado. El objeto de esta es decir a U.S que tengo al frente 4000 enemigos, poco mas o menos, a los cuales cerrare el paso a costa de la vida de todos los defensores de arica, aunque el numero de los invasores se duplique”. Ante la falta de respuestas, el fogueado coronel considero su obligación mantener la plaza en pie, a la espera de una contraofensiva peruana o, en el limite, para salvar el honor del Perú.
A las 8:00 horas del día sábado 5 de Junio de 1880, las baterías chilenas iniciaron un nutrido bombardeo contra el fuerte Ciudadela. Las baterías peruanas en el morro y en el llano apenas contestaron el fuego, esperando que la infantería chilena entrar en acción. Luego hubo una calma chicha. Los jefes chilenos del sitio de arica, si bien eran consientes de su superioridad numérica, no desestimaban el poder de fuego de la plaza peruana. Consideraron prudente solicitar la rendición mediante un grupo de parlamentarios, encabezados por el mayor de artillería Juan de La Cruz Salvo, la propuesta consistía en dejar partir a territorio no ocupado por chile a todos los efectivos peruanos, incluso portando armamento ligero, dejando a cambio la artillería, los explosivos, los torpedos y el monitor Manco Cápac.
De la Cruz Salvo y sus acompañantes fueron recibidos cerca del medio día por el Coronel Ramón Zavala, jefe del batallón Tarapacá, quien condujo solo al líder del grupo hasta la sede del estado mayor peruano, ubicado en el jirón Ayacucho de La Ciudad de Arica, en la falda del cerro y en dirección de la calle real del puerto. Bolognesi declino cortes mente la propuesta de rendición, pero pidió al oficial chileno que le permitiera realizar una última consulta con su estado mayor. Pocos minutos después regreso Bolognesi y, rodeado de sus oficiales, expuso brevemente al emisario chileno que tenia respaldo unánime de ellos y que Arica no se rendiría, que “Tenia deberes sagrados que cumplir”, y que los cumpliría” hasta quemar el ultimo cartucho”. Allí concluyo la entrevista. El parte oficial sobre esta campaña chilena, firmado el 21 de junio en arica por el general Baquedano, reseña con toda claridad la celebre respuesta del jefe peruano “el señor Bolognesi respondió, después de consultar con sus jefes compañeros, que estaba dispuesto a salvar el honor de su país quemando el ultimo cartucho”.
Es pertinente señalar que, pocos años después, el mayor De La Cruz salvo negó que fuera cierta la celebre respuesta de Bolognesi. Mediante un artículo firmado el 18 de septiembre de 1885 (luego incluyo en la séptima serie de sus tradiciones). Ricardo palma tuvo el acierto de responder con pruebas irrefutables que obligaron a De La Cruz salvo, desprestigiado, a guardar silencio, palma menciono la frase se hizo muy conocida en la prensa de la época y que posteriormente fue confirmada, no solo por el comandante Roque Sáenz Peña, voluntario argentino solidario con el Perú que estuvo presente en la escena y quedo herido y prisionero después después de la batalla, sino también por el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, escrupuloso autor de la Historia de la guerra del pacifico, en cuyo tercer tomo menciona explícitamente 2quemaremos el ultimo cartucho” como respuesta de Bolognessi, consignando: “ La intimación de arica me fue referida por el mayor salvo a los pocos días de su llegada a santiago, en Junio de 1880, conduciendo en el Itata a los prisioneros de Tacna y del Morro, y la hemos conservado con toda la fidelidad de un calco”.
A las 11 horas del 6 de Junio, los chilenos efectuaron un nutrido ataque de artillería, esta vez desde tierra y desde mar. Hubo una contundente respuesta de las baterías peruanas, que demostraron tener una posición defensiva aventajada. En la bahia de Arica, las naves chilenas Magallanes, Cochrane, y Covadonga sufrieron serias averías. En el llano, la infantería chilena intento un avance desde las pampas del chinchorro hacia el flanco norte de los peruanos, pero el fuego de la artillería peruana la obligo a retroceder, a las cuatro de la tarde, al ataque chileno fue suspendido.
Esa misma noche, el comando chileno decidió enviar una nueva propuesta de rendición a los peruanos esta vez se escogió como emisario al ingeniero peruano Teodoro Elmore, quien se hallaba prisionero desde el 2 de Junio. Elmore había dado a los chilenos su palabra de honor de volver al campamento enemigo con la respuesta, pero Bolognessi no quiso recibirlo y su esfuerzo a favor de la rendición fue mal visto por los demás jefes peruanos.
Al amanecer del 7 de Junio, se inicio el asalto de la plaza, siendo encargado de la conducción de las acciones el coronel chileno Pedro lagos, el primer objetivo fueron los fuertes este, al mando del coronel Justo Arias. No obstante las minas y el intenso tiroteo de los peruanos, la superioridad numérica permitió avanzar a los chilenos, hasta producirse el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Al aumentar el número y ímpetu de los atacantes, los combatientes de ambos fuertes decidieron retroceder hasta la línea de trincheras y para petos de Cerro gordo, a 200 metros del Morro. El cabo de artillería Alfredo Maldonado Arias, con el fin de cubrir el repliegue de sus compañeros, prendió fuego al polvorín del fuerte Ciudadela, y murió en la explosión. Después de Cerro gordo ya no había retroceso posible. Allí tuvo lugar un prolongado y sangriento duelo en el que no se dio ni se pide cuartel, hasta que ya no hubo peruanos sobrevivientes. En ese tramo de la batalla se sacrificaron heroicamente los coroneles Inclan, Arias y Ricardo O´Donovan y perdieron la vida todos los efectivos del batallón Artesanos de Tacna.
Para contener el avance chileno en el flanco este, Bolognesi traslado a ese lugar 500 soldados de la VIII división, provenientes de los fortines del norte, al mando del coronel Ramón Zavala. Tuvieron que cruzar gran parte de la ciudad y rodear la falda el Morro para llegar a los parapetos del Cerro Gordo, donde fueron emboscados y ultimados por los chilenos. Allí murió Zavala respondiendo al fuego chileno a pecho descubierto. Otra tenaz batalla libraron en el flanco norte los batallones Iquique y Tarapacá, cuyos sobrevivientes volaron con dinamita parapetos y baterías para facilitar su repliegue hasta las defensas más cercanas a la ciudad.
Mientras tanto, el fuerte contingente chileno que se abrió paso por el flanco este inicio la captura del morro, y sufrió importantes bajas en el primer intento. Durante una hora se dio una intensa pugna por el dominio de dicho promontorio. Defendiendo palmo a palmo sus laderas murieron los comandantes navales Adolfo King y Anacleto Martinez. En la meseta de la cima, 500 peruanos agrupados en torno a Bolognesi libraron la lucha final contra contra miles de chilenos. Al lado de su comandante en jefe se inmolo el coronel Alfonso Ugarte, cuya muerte no ocurrió arrojándose al mar a caballo con ala bandera en las manos, con el sentimiento popular ha querido imaginar, sino a pie firme, empuñando la pistola y el sable. También murió al lado de Bolognesi el capitán naval Juan Guillermo More, este ultimo comandante de la fragata Independencia, que encallo durante el combate de Iquique.
El otro sector de la fuerzas chilenas, luego de tomar los fuertes y parapetos de los flancos norte y sur, se concentro en el perímetro de a ciudad, donde fueron contenidas por minas y otros explosivos y por los disparos de efectivos dispersos de la infantería peruana reagrupados en las escaleras de la catedral, donde se improviso un parapeto fortificado, pronto la superioridad numérica chilena los doblego.
Quemando el ultimo cartucho y agotadas las fuerzas de sus 63 años Francisco Bolognesi cayo después de recibir dos descargas de fusilaría, mientras desangraba fue rematado a culatazos por un soldado chileno. Al saberse vencedero del Morro, la tropa chilena estallo en febril algarabía, atacando con crueldad a heridos y contusos, y arrojando muchos de ellos vivos aun, barranco abajo. El llamado al orden de los jefes contuvo esta insania y salvo la vida de los pocos oficiales sobrevivientes Manuel De La Torre y Roque Sáenz Peña.
Cerca de las diez de la mañana, desde la rada del puerto, constatada la derrota peruana, el capitán del Manco Cápac, José Sánchez Lagomarsino, hundió la nave cañonera Alianza Logro escapar hacia Pacocha, pero luego fue capturado por la marina chilena.
En la ciudad de arica, una vez concluida la batalla, las tropas chilenas, al mando del coronel Pedro Lagos, se comportaron con ensañamiento inaudito contra los civiles peruanos y de otras nacionalidades y contra los pocos efectivos encargados del orden publico que, ajenos a los hechos de guerra, imploraban el respeto de las vidas inocentes. Varias decenas de ciudadanos refugiados en sedes consulares fueron extraídos a viva fuerza y fusilados. La población reunida en la catedral y la plaza de armas fue abaleada a mansalva. Se incendiaron viviendas y edificios públicos. Se ultrajo mujeres y niños. Un grupo de civiles escondido en un pozo fue ultimado a pedradas por la soldadesca chilena. El embajador norteamericano en el Perú elevo a su gobierno un informe donde denunciaba, a propósito de arica: “Las tropas chilenas se han conducido no como un ejercito formalmente organizado por una nación que se llama civilizada, sino como una horda de salvajes errantes, ultimando a los heridos. En el consulado británico se refugiaron unos cuantiosa dispersos, los arrastraron hasta la plaza y allí los fusilaron, y después saquearon la casa. Esto no ha sido guerra, sin una matanza por mayor”.
La batalla de Arica ha sido una de las mas cruentas del siglo XIX. De los 1650 hombres que tomaron parte activa en la batalla por el lado peruano, poco más de 900 murieron, cerca de 200 quedaron heridos y hubo 500 prisioneros. De los 19 jefes peruanos de operaciones, murieron 13. de los jefes de división solo sobrevivieron Roque Sáenz Peña, Manuel la Torre y Marcelino Varela. Por su parte, los chilenos solo registraron 144 muertos y 337 heridos, sobre un total de 6500 efectivos. No es usual que en este tipo de batallas una de las partes tenga tan elevada mortalidad, que los prisioneros sean pocos respecto a los muertos, y que mueran casi todos los oficiales. Este resultado señala a todas luces que el vencedor no obro en buena ley.
La siguientes generaciones de peruanos hicieron de Bolognesi una figura simbólica del patriotismo de hoy es el patrono del ejercito. La posteridad también ha rendido homenaje al heroísmo del pueblo tacneño; a los cientos de voluntarios que combatieron en los batallones Artesanos de Tacna, Tarapacá e Iquique, casi sin dejar sobrevivientes; a los ciudadanos anónimos que hicieron frente a los vandálicos ocupantes de Tacna y de Arica cuando todo estaba perdido; y a los que siguieron defendiendo la peruanidad durante el cautiverio.
Pero hubo otros más todavía. El historiador chileno Vicuña Mackenna consigna que entre el 7 y 18 de Abril de 1880, un mes antes de la batalla del Alto de La Alianza, el primer avance chileno hacia la ciudad de Tacna, comandado por el coronel José Francisco Vergara, fue obstaculizado por la acción de una brigada de montoneros o guerrilleros, armada en su mayoría con picas y machetes, y dirigida por el tacneño Gregorio Albarracin. Ataco desde Locumba hasta Tacna, dando lugar a que un destacamento especial de la avanzada chilena se encargara de perseguirlos y eliminarlos. Fueron identificados como campesinos del lugar, como “40 o 50 cívicos o cultivadores de algodón” sin mayor entrenamiento militar. Dieron su batalla final el 18 de Abril, cercados por casi 500 jinetes chilenos, entre los pajonales próximos a la ciudad de Tacna. Fueron los primeros mártires, anónimos, de la campaña de Tacna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Respetos guardan Repetos.

Recordatorio Takana

Entradas populares